ACCIDENTE EN LA BAHIA DE BOQUERON
Augusto H Ortiz Suárez
Dedico este relato a Ivette Romero, dilecta amiga.
Salimos a pasear en la chalupa nativa de Jim McCaney: Jim, José, Ray (hermano de José) y yo en la Bahía de Boquerón en el oeste de Puerto Rico. El viento estaba bien fuerte (pienso ahora que estaba a más de 20 nudos) y el oleaje afuera de la bahía también tenía olas grandes.
Salimos muy bien, con el viento en popa y llegamos afuera de la boya negra que queda a la entrada de la bahía. Cambiamos el rumbo hacia el sureste para dirigirnos a la playa de El Combate. Yo amarré la escota de la vela mayor (error que en este tipo de bote no se puede cometer). El poco lastre que tenía el bote estaba suelto. Para manternos cerca de la costa decidimos hacer un viraje al noreste y Jim fue a proa para pasar el foque al lado de babor cuando viráramos; yo me quedé en el timón y viramos.
El bote escoró demasiado y no se recuperaba. El lastre no era suficiente para la fuerza del viento en las velas. La vela mayor debía haber estado suelta. El bote quedó de costado y por alguna razón empezó a llenarse de agua. Quizás la tablas no se habían mojado lo suficiente después de haber sido carenado. Era una combinación de factores lamentable.
El bote se nos hundió tan rápidamente que no hubo tiempo para sacar los salvavidas. Yo me sumergí para buscarlos pero el bote iba demasiado ligero hacia el fondo. Al rato salió un salvavidas flotando.
José y Jim se fueron nadando hacia la orilla que quedaba a un poco menos de una milla de distancia. Ray me dijo que no sabía nadar y yo le puse el salvavidas. Le quité los zapatos y el pantalón y decidí quedarme con él hasta que nos vinieran a rescatar.
Pasó un tiempo cuando oí a los mchachos gritando, pero no había ninguna embarcación que los oyera. Pensé que quizás no llegarían a la orilla. Ray me preguntó que si había tiburones. Yo le aseguré que nó para calmarlo. Las condiciones eran suficientes para atemorizarnos.
Decidí irme a la orilla para pedir ayuda y convencí a Ray que se quedara a esperar la ayuda que venía. Empecé a nadar estilo libre pero las olas no me dejaban respirar y decidí nadar de espaldas. Entonces repiraba despues que pasaba la ola y vi que funcionaría. Además podía mirar las nubes y mantener un rumbo fijo. De vez en cuando miraba la orilla para ajustar cuáles nubes enfocar porque ellas se mueven.
Tenía mucho miedo y pensaba en que si hubiera corriente no lo lodría lograr. Entonces recordé una vez en que tiré una cucaracha al inodoro y se puso a nadar. Yo pensé que era estúpida porque no tenía esperanzas. En esos momentos descubrí que la naturaleza provee para las emergencias. "Si me quedo quieto no voy a llegar nunca". Seguí las enseñanzas de la cucaracha.
Camino a la playa pasé cerca de José quien seguía gritando. Estaba aterrorizado. Decidí no acercármele por miedo a que me fuera a hundir. Le grité que siguiera nadando y continué mi camino.
Calculo que estuve nadando como una hora pero probablemente fue menos. Al rato el mar y el viento amainaron (como es natural cuando uno está cerca de la tierra) y luego empecé a ver el fondo. Cuánta fue mi alegría. Sabía que lo había logrado.
Llegué a la orilla de Punta Peñones (que la carta náutica llama Melones) y caminé por las piedras hacia Los Pozos. Había una lancha afuera y le hice señas para ver si podía usar su radio-teléfono para llamar a la Guardia Costera de los EU en San Juan. No obtuve resultados.
Llegué a Los Pozos y un amigo me llevó al Club Náutico de Boquerón donde me prestaron el radio de una lancha y llamé a la Guardia Costera. Después de darle todos los detalles me fui a buscar alguien que me llevara encontrar a los compañeros.
Llegué a casa de Manny Dos Santos quien era piloto de la Bahía de Mayagüez y gustosamente acccedió. Por el camino habló con el helicóptero que ya se encontraba en el area. Nos informaron que una lancha de los salvavidas del Balneario de Boquerón traía el cadáver de José. Me puse a llorar. Llegamos a Los Pozos a ver si podíamos darle respiración artificial pero ya no haría nada. El helicóptero informó entonces a Manny que habían rescatado a Ray así es que regresamos a Boquerón.
Entonces llamaron del cuartel de la Policía para que fuera a reconocer el cadáver. Fue una desagradable experiencia.
Posteriormente tuve que ir a la oficina de un fiscal que manejaba el asunto. Tuve miedo pero la experiencia fue tranquila. Más difícil fue llamar a la funeraria donde velaron a José y hablar con Ray quien me dió las gracias.
Hoy en día me siento un poco más liberado de la culpa que he sentido todos estos años (eso ocurrió cerca del año 1976). Escribir este relato me ayuda mucho también.